Aquí me encuentro
en las faldas de una sierra,
en el nacimiento de un río;
bajo el ensordecedor arrullo
de las impetuosas aguas
que buscan su bajada.
Aguas,
ansiosas por recorrer
el cauce de su existir.
Miro fijamente la corriente
y percibo que no se detiene,
ni aminora su marcha,
ni retrocede en su descenso.
¡Fuerza viviente
de la Naturaleza
he llegado a ti
para limpiarme
de las impurezas
de esta piel
de la que quiero desprenderme!
… y quedarme desnudo,
frente a ti,
sintiendo la frías aguas
que te contienen.