Atmósfera de nuestro cuerpo.
Delgada línea fronteriza
entre nuestro interior y exterior.
Campo de batalla
entre el alma y el ego,
lo inconsciente y lo consciente.
Permeable, sensitiva, protectora.
De nuestros órganos:
el más extenso.
(Amar,
a flor de piel)
Respira y transpira,
al son de nuestro corazón.
Piel que no permanece
impasible ante las manecillas
de un viejo reloj.
Piel que se muda cada 28 días. Regeneración natural por medio del ciclo lunar. Mudamos también las uñas, el pelo y el vello como extensiones de ésta. Como animal que somos. Unos 18 kilos de piel inerte produce el cuerpo a lo largo de su vida.
Exfoliamos nuestra piel y la limpiamos de células muertas, viejas e inservibles. Se desprenden, se caen sin notarlo, para dar paso a una nueva piel más brillante, más limpia y sana; y así restablecer el equilibrio.
Reptiles, tarántulas, cangrejos, larvas, gusanos, aves, humanos,…
Y con la muda de piel, mudamos nuestra casa. Función necesaria para adaptarnos al medio, a los nuevos cambios, a los nuevos ciclos, como el camaleón que cambia de color o ave fénix que renace de sus cenizas.
Cuestión de piel suelen decir. La piel nos une y nos separa. Ser aceptados o rechazados. Tolerancia versus intolerancia; incluso para con nosotros mismos. No es de extrañar, por tanto, que durante la adolescencia, ante esa pugna entre la incipiente rebeldía por la autonomía (lo interior) y las normas establecidas fuera (lo exterior) nos salieran -a más de uno- un montón de granos purulentos como huellas de dichos conflictos; al igual que otras cicatrices en nuestra piel.
Renovación de la piel. Desprendimiento de lo que ya no es: Actitudes, creencias, ideas o comportamientos desfasados, caducos.
…Impermanencia…
…porque constantemente se muere y se renace.
¿Cómo seríamos y sentiríamos sin piel?